Ese coco ya no asusta

Imposible sustraerse a la aplastante potencia de los datos que suministran las encuestas. Tan espectaculares son sus conclusiones que empieza a ser frecuente estos días que periodistas y políticos sugieran tímidamente que no creen que la cosa vaya a ser tan, tan rotunda. Un escenario tan apabullante sólo lo conocimos en octubre de 1982, cuando el PSOE alcanzó los 202 diputados, pero eso fue porque UCD, el partido en el Gobierno, se había descuartizado previamente a sí mismo y el día de las elecciones desapareció engullido por el sumidero de la Historia. Y éste no el caso.

Pero no es un sondeo, ni dos, ni tres. Es que, sin excepción alguna, absolutamente todas las encuestas que se están publicando manejan unos márgenes de derrota y victoria muy similares. Precisamente por eso, por la enormidad del cambio que se apunta, no sólo los partidos políticos se van a someter a examen el 20-N, sino también las empresas de demoscopia, incluido el CIS, que en esta última oleada no se ha separado de las demás predicciones.

Perder 57 escaños como se dice que podrían perder los socialistas es mucho perder, nos decimos unos a otros. Ganar hasta 44 escaños y acercarse a los 200 diputados, como dicen que podría suceder con el PP, resulta tan imponente que a algunos, incluidos los populares, la magnitud del salto les produce vértigo.

Y, claro, cuando llega el PSOE y dice que sus datos les dejan a sólo nueve puntos de distancia, la cifra parece hasta irrelevante, como si la derrota por esa enormidad del 9% no fuera ya un desastre de enorme magnitud. Y vaya si lo sería. Si se quedan nueve puntos por debajo del PP, sus dos legislaturas habrán recibido un castigo formidable de los electores.

Pero ¿qué clase de sondeos maneja el PSOE que difieren tanto de los demás? ¿No se tratará una decisión estratégica para evitar que sus votantes caigan en una depresión profunda y acaben tirando definitivamente la toalla, lo cual agrandaría el desastre? La apuesta de ayer haciendo públicos esos porcentajes también compromete a los socialistas. El domingo comprobaremos hasta qué punto se han equivocado, hasta qué punto han mentido. O no.

Lo que sí está claro ya es que la estrategia de campaña socialista está pinchando en hueso. El anuncio de los males que acechan al país como el desmantelamiento de la sanidad y la educación públicas y el asalto a mano armada a cargo de los populares contra los derechos sociales ya no dan miedo. Lo dicen los datos, los del PSOE también. Ni siquiera los argumentos que podrían resultarles más rentables, como el de poner al elector ante el espejo de las medidas adoptadas en las comunidades recién ocupadas por el PP como Castilla-La Mancha o Extremadura parecen estar sirviéndoles de nada. Los ciudadanos ya han visto cómo gobiernan Cospedal, Monago,Feijóo o Fabra,y no parecen espantados por lo que han visto ni por lo que pueda venir de la mano de Rajoy cuando llegue a La Moncloa.

Este coco ya no asusta. Debería reciclarse.